Biografía
Información extraída y adaptada de Alejandro Coroleu (ICREA-UAB), “Sobre la obra poética de Antonio Telesio, amigo de Garcilaso”, Contexto latino y vulgar de Garcilaso en Nápoles: redes de relaciones de humanistas y poetas (manuscritos, cartas, academias), Peter Lang Verlag, Bern, 2018, pp. 171-184.
Garcilaso dedicó a Antonio Telesio, como muestra de amistad, la primera de sus odas latinas. Como es bien sabido, en dicha composición Garcilaso explica que fue precisamente el círculo del poeta italiano el que lo acogió a su llegada a Nápoles en 1532.[1] En un pasaje de la oda,[2] Garcilaso alude, además de forma bastante explícita y elogiosa, a la tragedia Imber aureus (Venecia, Bernardino Vitali, 1529) del propio Telesio, pieza sobre el mito de Dánae.[3] A la tragedia de Telesio se refiere también el toledano, aunque esta vez de modo más velado, en su tercera oda latina (vv. 24-25). Telesio es, por tanto, un poeta al que Garcilaso tiene presente.[4]
Se ha dividido el presente texto en dos partes, conscientemente desiguales en extensión. El grueso de la exposición irá dedicado a ofrecer una serie de reflexiones sobre la obra poética de Telesio, autor poco conocido que todavía hoy carece de una edición moderna, si exceptuamos la tragedia Imber aureus.[5] Se centrará en cinco composiciones que pertenecen a tres ámbitos poéticos distintos: el género épico, la égloga y la elegía. Se aportan aquí composiciones poéticas que tienen un cierto regusto garcilasiano para que así personas más familiarizadas con la poesía de Garcilaso puedan quizá entrever paralelismos entre sus versos y la obra de Telesio. En la segunda sección del trabajo se repasará la difusión del corpus textual de Telesio en ambiente europeo no italiano durante las décadas de 1530 y 1540, asunto este que puede parecer secundario pero que no lo es de modo alguno.
Antonio Telesio vivió entre 1482 y 1534. Nacido y fallecido en Cosenza, Telesio fue tío y tutor del filósofo y naturalista Bernardino Telesio. De familia noble, Antonio recibió una educación esmerada bajo la guía de Taddeo Acciarini y gozó al cabo de los años de un puesto de profesor de griego y latín en el Colegio de Nobles de Milán. En 1521 abandonó la ciudad a resultas de la contienda con los franceses, trasladándose a Roma, donde obtuvo algunos beneficios eclesiásticos y la cátedra de poesía latina en el Colegio Romano, la misma que había ocupado su compatriota Aulo Giano Parrasio (1470-1521). Permaneció en Roma hasta los días del Saco de la ciudad, en 1527. Se desplazó entonces a Venecia y es probable que desempeñara tareas docentes también en Padua. En 1529 Telesio se estableció en Nápoles, donde residió prácticamente hasta el final de su vida.[6]
El volumen literario de Telesio ―todo él prácticamente en latín― es considerable sin ser tampoco abrumador y fue publicado en su totalidad en Nápoles en 1762 y 1808. Fue Telesio el autor, además de la ya mencionada tragedia, de una extensa obra lírica, de cartas y de dos tratados en prosa, el De coronis apud antiquos (Roma, Francesco Minizio Calvo, 1525) y el De coloribus, publicado dos años más tarde por Bernardino Vitali en Venecia y reditado a menudo a lo largo del siglo XVI. Una parte de la obra lírica de Telesio fue recogida, bajo el título de Poemata varia, dedicados a Matteo Giberti, por primera vez en Roma en 1524 y mereció varias reimpresiones en diversas ciudades europeas, como se explicará más adelante.[7] De su autoría son también unas anotaciones muy breves a algunas odas de Horacio de fecha insegura (Antoni Thylesii […] in odas Horatii Flacci auspicia ad iuventutem Romanam, 1527 ó 1530), un tomo de apenas 17 páginas que se asemeja más a un ensayo y no a unas notas propiamente dichas.
Por más que la crítica haya insistido en que precisamente Horacio sea con toda probabilidad el poeta clásico al que Telesio tenía en la más alta estima, parece que un análisis más detallado de algunas de sus poesías demuestra una mayor influencia de Virgilio y Ovidio, sobre todo por lo que respecta a los temas tratados por el poeta de Cosenza. Se toma el ejemplo de la composición Aeneas, de 122 versos con metro elegíaco. Se puede afirmar que se trata de un epilio en cuanto es un poema narrativo breve de tema mitológico que solo trata un episodio de una historia mayor. En efecto, recreación del libro segundo de la Eneida, el poema de Telesio describe la caída y el saqueo de Troya, así como la muerte de algunos de sus personajes más importantes y en especial la del rey Príamo. Relata Telesio cómo Eneas decide abandonar la patria, para lo que ha de vencer, ayudado por señales del cielo, la resistencia de Anquises, su padre. Salen, por fin, pero en el camino se pierde Creúsa, la esposa del héroe. El poema de Telesio sigue de cerca el modelo virgiliano sin caer en la mera imitación pedestre y centonaria. El poeta recrea el relato original, pero introduce varios elementos novedosos ya que sitúa la acción en la playa de Antandro, puerto del que zarpa la flota troyana en los primeros versos del libro tercero de la Eneida. Además, a diferencia del modelo virgiliano, en el que Eneas refiere los acontecimientos a Dido, en el poema de Telesio Eneas apela a sus propios compañeros. Lo hace a la manera del parlamento que el héroe troyano dirige a su tripulación cuando, en el libro primero de la Eneida (vv. 198-207), son arrojados a las costas africanas por una violenta tempestad que la rencorosa Juno les envía. Como en el caso de la epopeya de Virgilio, en el texto de Telesio Eneas concluye su discurso con un vaticinio y, como en los versos del libro primero de la Eneida, profetiza el desenlace de su misión (y, por ende, el final del libro de Virgilio):
Iamque rates evaserunt, quos igne Penates Eripui, velis flamina carbaseis servate, o semper Felicia, vosque Latinis Templa manent meritos maxima litoribus (vv. 119-22).[8]
El marco mitológico inspira otra de las composiciones de Telesio, la égloga Cyclops, de 163 versos. El tema del cíclope posee dos ramas principales que se pueden identificar en líneas generales con Homero y Virgilio, por una parte, y con Teócrito y Ovidio, por otra: el Polifemo brutal y antropófago al que cegó Ulises frente al Polifemo músico y enamorado. En su poema Telesio bebe de Virgilio y Ovidio. Hacia el final del libro tercero de la Eneida (vv. 612-81) Virgilio describe la aparición, ante la mirada atónita de los troyanos recién desembarcados en Sicilia, de la extraña figura de un desconocido con aire lastimoso que tiende sus manos, suplicante, hacia la playa. Es Aqueménides, compañero de Ulises a quien los griegos abandonaron en la isla. El marinero narra sus infortunios y los actos nefandos del pérfido cíclope. Apenas ha acabado de hablar cuando los troyanos descubren al propio Polifemo que en vano intenta alcanzar la flota de Eneas. Por su parte, Ovidio, que también dedica una sección de las Metamorfosis al personaje de Aqueménides (XIV, 154-222), imagina que Galatea describe la pasión que le profesa el horrendo monstruo en unos versos (Met. XIII, 740-897) que se encuadran dentro del relato del viaje de Eneas a Sicilia. Conviene recordar que, en la tradición poética neolatina, la figura de Galatea inspiró también a Pontano y Sannazaro varias composiciones que tienen como fuente principal el texto ovidiano del canto del cíclope.[9]
En su composición Telesio finge que es Eneas quien invita a Aqueménides a relatarle las cuitas amorosas de Polifemo, propuesta que el marinero delega en el cíclope. Se trata, con todo, de un cíclope cuyo espíritu ha cambiado. El dolor lo ha convertido en un ser más humano y su canto es ahora un lamento, el llanto por una felicidad perdida que hace más triste el presente. El dolor de Polifemo le impide recordar tanto las atrocidades cometidas como la belleza de la naturaleza de la que antes gozaba junto a Galatea. En su pensamiento vuelve a ver, sin embargo, a su amada Galatea; la recuerda cuando emergía de las aguas y cuando recogía lirios con sus manos rosadas. Recuerda cómo, ardiente de pasión, fue entonces cuando moduló su canto de amor. El corazón de Polifemo por un momento se ha enternecido y Telesio se compadece de su ceguera. Pero todo es un error, una quimera, que se pone de manifiesto gráficamente con la sustitución del verso que se va repitiendo a lo largo del poema a la manera del «Salid sin duelo, lágrimas, corriendo» de la primera égloga de Garcilaso de la Vega: el verso «dulcius hoc iterum resonet mea fistula carmen» deviene «tristius extremum repetat cava fistula carmen». Parafraseando a Ovidio, el propio Polifemo reconoce que el cíclope Télemo, hijo de Eurimo, ya le había vaticinado que quedaría ciego por culpa de un humano (Ovidio, Met., XIII, 771-73: «“Esa luz, que única en la mitad de tu frente llevas, te la arrebatará a ti”, dijo, “Ulises”»).[10] Esa ceguera le impide a Polifemo de hecho poder contemplar a Galatea. Cuando se recupera de su borrachera, busca en vano al enemigo y, desesperado, clama venganza pidiendo auxilio a Neptuno.
En el mito del cíclope se fija también Telesio para una situación poética «sviluppata con più intenso calore di fantasia», como afirmó Antonio Pagano.[11] Se está hablando de la égloga con metro elegíaco Galatea en la que Telesio describe el lamento de Polifemo, quien, errante por los bosques, cree oír a Galatea, que estaría repitiendo su voz, burlándose así del gigante. De nuevo el poema plantea ―mediante el uso de un léxico muy parecido al vocabulario empleado en la pieza anterior― el conflicto entre el deseo y la realidad, entre la esperanza del cíclope de ser correspondido al rechazo final de Galatea. Se trata de un rechazo que mueve a Polifemo a increpar, irritado, a Galatea: «Dura, proterva, procax, petulans, quae illudis amantem, / quod trepidas? Nullum iam datur effugium» (vv. 49-50), un rechazo que, en definitiva, pondrá fin a sus cuitas (vv. 69-70): «Atque utinam me nunc ingentibus aspera malis / ut tandem desinerem ese miser».
Ahora se referirá a un cuarto texto (Tibia), la elegía redactada a la muerte del poeta y profesor Aulo Giano Parrasio, compatriota de Telesio, acaecida en 1521. El poema se inicia con una serie de apóstrofes en los diez primeros versos:
Quis situs hic? Situs hic? Non est, inimica Minervae impia cur sacro texat opus lapide. Conditus hoc inquam tumulo? Vel quis iacet? Aulus. Numquid amata deae tibia Cecropiae? Ferali extinctos solita est quae effere querela, num silet? Inque vicem nunc tegit alta silex? Memnonio resonat magis haec quin mausolaeo. Non tamen artificis tibi facta manu est. Qualis es hospes, ego vel qualis, amica choreis Musarum haec spirans tibi talis erat.
Por medio de estas preguntas retóricas se sabe que es Parrasio («Aulus», responde al final del tercer verso Telesio a las preguntas formuladas) quien yace en el sepulcro que a continuación se describe. Telesio emplea para ello un vocabulario muy concreto relativo a la tumba donde descansa el cuerpo de Parrasio («sacro lapide», «hoc tumulo», «alta silex», «Memnonio mausolaeo»). La flauta de Parrasio, voz de las Musas latinas y griegas («Numquid amata deae tibi Cecropiae?»; «Musarum haec spirans tibia talis erat»; vv. 13-14: «Iamque Latina fuit siren; insignia Graii / rhetoris hoc, hospes, sunt quoque digna viro»), ante la cual quedaba incluso atónito el Tíber (vs. 19: «Tybris et obstipuit doctae modulamine vocis»), ahora calla.
Pero los temas de la poesía de Parrasio ― cuenta Telesio― no eran las excelencias de Roma o Atenas sino las alabanzas de la región de la que procedían tanto nuestro poeta como Parrasio. Se inicia así un breve elogio de Cosenza y de Calabria, de la fertilidad de sus campos, del río Crati y de sus valles, que Telesio compara a Tempe, el valle delicioso de Tesalia consagrado a las Musas. Todo ello fue cantado por Parrasio y todo ello le confirió la inmortalidad. El poeta reposa no en el mundo de Plutón, sino que, rescatado por la fama, vivirá eternamente, convertido en un astro cuya luz guiará a las generaciones futuras.
La segunda elegía que vale la pena mencionar aquí es la compuesta en hexámetros por Telesio a la muerte de su padre (Nenia de obitu patris). Arranca el poema con una evocación del momento en el que Telesio, a punto de disponerse a oír misa, se enteró de la muerte de su progenitor. El poeta describe su desesperación, el llanto y la tristeza que le sobrevinieron, pero también el apoyo que le dispensaron sus amigos. Sin tiempo para sobreponerse, recibió una carta que le anunciaba otra noticia luctuosa. Su hermana, imitando a Erígone ―la joven ateniense que se ahorcó en el árbol a cuyo pie yacía el cadáver de su amado―, se quitó la vida de manera semejante, al saber que su padre había fallecido. Aparece entonces la madre de Telesio, quien lamenta su doble pérdida y se dirige al cadáver de su hija con estas palabras: «Ut misera ante diem prima morerere [sic] iuventa, / non experta virum, non dulcia pignora natos. / Me vero ante diem, vixi satis ipsa superque, / me decet». Al poeta le viene de nuevo a la mente la imagen de su padre, al que ―Telesio repite el adverbio «numquam» tres veces en tan solo dos versos― jamás volverá a ver. A continuación, Telesio ruega a las Musas que depositen sus dones junto al sepulcro de su padre y que, en celebración anual, entonen un canto en honor a su memoria para asegurarle así la inmortalidad. El poema culmina con la descripción del alma paterna errante por los Campos Elíseos, donde florece la primavera y donde el poeta en definitiva encontrará consuelo para sus penas.
***
Con respecto a la circulación de la obra de Telesio en Centroeuropa durante la primera mitad del siglo XVI. Como ya se ha indicado anteriormente, no es este un detalle menor a propósito del corpus literario de Telesio sino que debe ponerse en relación con un fenómeno cultural mucho más amplio, a saber la difusión impresa y académica en ambiente europeo de los textos señeros del humanismo italiano en latín. Las abrumadoras estadísticas, con varios centenares de ediciones aparecidas en la primera mitad del Quinientos de obras completas, de colecciones de escritos o de textos individuales ―provistas o faltas de comentarios―, dan prueba de la atención prestada por editores e impresores a las letras latinas de los más ilustres humanistas italianos (Petrarca, Filelfo, Poliziano, Battista Mantuano, entre otros). La circulación impresa de estos autores presenta, por lo demás, una serie de rasgos generales. Como es de esperar, las obras latinas de un Petrarca, de un Filelfo o de un Poliziano vieron la luz en centros tipográficos de primer orden como París, Basilea y Lyon, en ciudades que contaban con famosas universidades, pero también en localidades que podían alardear de poseer una importante escuela de letras latinas. Se trata de estampadores interesados por cubrir la demanda del público local, y que trabajaban en estrecha colaboración con maestros y profesores faltos de ediciones individuales. Además de la presencia en el mundo de la imprenta, las obras latinas de autores italianos cuatrocentistas y quinientistas pasaron pronto a formar parte también de las lecturas prescritas en la práctica escolar. Junto a la explicación y anotación de obras procedentes de la Antigüedad clásica, los escritores latinos del humanismo italiano fueron asimismo objeto de lectura y comentario en aulas europeas a lo largo sobre todo de la primera mitad del siglo XVI.
Telesio no constituye excepción alguna en este sentido. Desde finales de la década de 1520 colecciones de sus poemas y algún escrito en prosa fueron impresos en varias ciudades europeas y sirvieron también para la enseñanza de la gramática latina y de la composición en la lengua de Roma. Se sigue una secuencia genérica y cronológica. La difusión europea de la obra latina de Telesio empieza con una edición de dos poemas muy breves (las piezas tituladas Araneola y Cicindela) que figuran como apéndice a una edición del tratado sobre el juego del ajedrez (el poema Scacchia ludus) de Girolamo Vida (Marci Hieronymi Vidae scachorum liber, París, Simon Colin, 1529). Son composiciones que curiosamente no se incluyen en la edición romana de los Poemata a la que más arriba se ha referido. Un hito importante en la difusión europea de Telesio lo constituye también la edición de Imber aureus, publicada por Fridericus Peypus en Nuremberg en 1530, tan solo unos meses después de la aparición de la edición príncipe veneciana. El volumen fue preparado por un cierto Laelius Aleander, quien, en el prólogo dirigido «a los estudiosos de las letras», confiesa haber leído la tragedia tres veces, llevado por la belleza de la lengua empleada por Telesio. Recomienda su lectura no solo «para formar y perfeccionar las costumbres humanas» sino porque el texto «nos enseña de qué manera debemos escribir sin necesidad de tomarlo todo prestado de los demás». Exhorta a sus jóvenes destinatarios a leer la pieza con atención «para acrecentar y enriquecer vuestros conocimientos de la lengua latina».[12]
El carácter didáctico y propedéutico de Imber aureus, más allá de sus méritos literarios, no pasó desapercibido a los lectores europeos de la época. De ello da fe un ejemplar de la edición de 1530 de la tragedia de Telesio profusamente anotado por un tal «Henricus Stephanus», que se custodia en la Biblioteca Ducal de Wolfenbüttel (signatura 166.2 Poet. [2]). Se trata de un ejemplar que forma parte de un volumen facticio compuesto en 1579 y que reúne otros textos de naturaleza marcadamente pedagógica: el De arte poetica de Girolamo Vida, el Croacus de Eliseo Calenzio, el tratado De arte versificandi de Ulrich von Hutten y una selección de colloquiorum formulae extraídas de las comedias de Terencio.[13]
Que la tragedia de Telesio constituía un texto de lectura escolar y que se representaba en las aulas europeas a poco de haber sido publicada lo pone de manifiesto el testimonio del impresor Christoph Froschoverus (Froschauer), editor de una antología de poesías de Telesio que lleva por título Antonii Thylesii Cosentini poemata, Cyclops et Galatea (Zúrich, 1531). Se trata de una reimpresión de la editio princeps romana de 1524 con un prefacio en el que Froschauer se hace eco del éxito de Imber aureus entre el público estudiantil. En el prólogo Froschauer explica cómo la fama de la tragedia de Telesio le ha animado a imprimir la obra lírica del autor para el uso de los estudiantes de poética.[14] Seis años más tarde, y también en Zúrich, el propio Froschauer incluyó la égloga Cyclops en su edición de la poesía bucólica de Calpurnio Sículo y de Nemesiano. La decisión por parte del editor de reunir autores antiguos y modernos no es, desde luego, exclusiva de Froschauer. En efecto, desde principios del siglo xvi se cuenta con colecciones de verso latino de género pastoril en las que se aúnan textos clásicos y neolatinos (por ejemplo, alguna égloga de Petrarca, Boccaccio o Battista Mantuano junto a versos virgilianos o de otros bucólicos romanos).[15]
Las obras de Telesio vieron asimismo la luz en los grandes centros tipográficos europeos. Así, en 1545, el editor de Basilea Johannes Oporinus publicó una antología del poeta de Cosenza. El volumen, precedido de una carta dedicatoria de Conrad Gesner en la que el ilustre naturalista elogia la pureza de estilo y la erudición de Imber aureus, contiene la tragedia, además de un total de seis composiciones recogidas bajo el título de Idyllia (en Antonii Thylesii Cosentini opuscula […] tum styli Romana puritate, tum eruditione, varietate et lepore argumentorum, magno studiosorum applausu excipiendae, Basilea, Johannes Oporinus, 1545). Resulta significativo que ninguna de las églogas de Telesio incluidas en el volumen de Oporino figure en la gran antología de poesía bucólica que el mismo impresor publicará un año más tarde también en Basilea, probablemente porque ya había publicado su poesía unos meses antes. En 1546 aparece, por último, en la imprenta de Joannes Steelsius en Amberes una reimpresión de la edición de Basilea que incluye la tragedia, además de Cyclops, Aeneas, Arundo, Araneola y Cicindela, composiciones todas ellas recogidas bajo el título de Idyllia.[16]
Los estampadores europeos prestaron también atención a la prosa latina de Telesio. Uno de estos escritos es el De coronis, un tratado sobre la simbología política y religiosa de la corona en la Antigüedad. Proclamando, por razones puramente comerciales, que el texto de Telesio había permanecido inédito hasta entonces (cuando en realidad había aparecido ya seis años antes), el impresor Ioannes Gymnicus (Gymnich), de Colonia, publicó el opúsculo en 1531 en una edición al cuidado del humanista vienés Ioannes Ludovicus Brassicanus (Johann Ludwig Köl, 1509-49). De nuevo los nombres tanto del impresor como del editor no son fortuitos toda vez que sabemos del interés de ambos por las letras latinas del humanismo italiano, sobre todo por textos de contenido más enciclopédico o erudito: no en vano Gymnicus publicó también una edición de los Convivia de Filelfo[17] y Brassicanus redactó a su vez un prolijo comentario a la Nutricia de Angelo Poliziano.[18] Precisamente en sus versos liminares que preceden a la edición del De coronis Brassicanus elogia la erudición de la que hace alarde Telesio en su tratado.[19]
Los nombres de Köl, Gymnich o Froschauer se sitúan en un mundo muy alejado del contexto latino y vulgar de Garcilaso en Italia. Pero constituyen un buen recordatorio de la presencia de la poesía y la prosa latinas del humanismo italiano en el mundo intelectual al norte de los Alpes después de 1500. El estudio de la relevancia impresa y académica del humanismo italiano en latín en Europa durante la primera mitad del siglo XVI puede servir entre otras cosas para replantearse su verdadera fortuna en dicho período. Recepción que debe ser estudiada de acuerdo no con los criterios y enfoques metodológicos de la filología actual sino con la compleja realidad de la historia para ―por decirlo con Francisco Rico― «no confundirla con nuestras propias preferencias».[20] Parece así que las vicisitudes editoriales y académicas de la obra de Antonio Telesio en la Europa de la primera mitad del siglo XVI son un ejemplo, por más que modesto, de la difusión del humanismo italiano en latín allende de los Alpes y demuestran la importancia de este poeta amigo de Garcilaso.
[1] Sobre la poesía latina de Garcilaso véanse los estudios de Audrey Lumsden-Kouvel, «Garcilaso de la Vega, poeta latino», en Elias L. Rivers (ed.), La poesía de Garcilaso, Barcelona, Ariel, 1974, pp. 309-21, y Andrew F. Gray, «Garcilaso at Home in Naples: On the Neo-Latin Muse of the Príncipe de los Poetas Castellanos», Calíope, 21, 1, primavera de 2016, pp. 5-33; sobre la estancia de Garcilaso en Nápoles y los tratos de aquel con Telesio, consúltese Eugenia Fosalba, «Sobre la relación de Garcilaso con Antonio Tilesio y el círculo de los hermanos Seripando», Cuadernos de Filología Italiana, 19, 2012, pp. 131-44.
[2] Son los versos 37-42: «Imbrem beatis nubibus aureum / vivaque talum compede candidum / nexam puellam coniungemque languidulis oculis querentem, / carmen canentis sic animum rapit / mentemque ut omnes subiaceant graves / curae et labores evolemque / aliger his super elevatus».
[3] Véase Fosalba., op. cit., p. 137.
[4] «Imber nunc liquido virgineum aureus / fluxu per gremium micat».
[5] Se trata de la edición de Jan-Wilhem Beck, Antonii Thylesii Consentini Imber aureus. Mit einer Einleitung zu den antiken Voraussetzungen der Tragödie, Berna, Peter Lang, 2000.
[6] Se sigue aquí el perfil biográfico de Telesio trazado por Emilio Sergio en Galleria dell’Accademia Cosentina. Parte prima, Roma, Iliesi CNR, 2014, pp. 149-54.
[7] Poemata. Cyclops. Reticulum. Hortulus. Galatea. Lucerna. Tibia. Nautarum labor. Parma. Turris de coelo percussa. Aeneas. Nenia de obitu patris, Roma, Francesco Minizio Calvo, 1524. Todas las citas de Telesio proceden de esta edición. He consultado el ejemplar de la Bayerische Staatsbibliothek de Múnich (Rar. 4247).
[8] Compárese con Virg., Aen, I, 198-207: «O socii – neque enim ignari sumus ante malorum, / o passi graviora, dabit deus his quoque finem. / Vos et Scyllaeam rabiem penitusque sonantis / accestis scopulos, vos et Cyclopia saxa / experti: revocate animos maestumque timorem / mittite; forsan et haec olim meminisse iuvabit. / Per varios casus, per tot discrimina rerum / tendimus in Latium, sedes ubi fata quietas / ostendunt; illic fas regna resurgere Troiae. / Durate, et vosmet rebus servate secundis».
[9] Sobre la figura de Galatea en la poesía neolatina léase el trabajo de Roland Béhar, «Galatea, o la idea de la belleza garcilasiana», en Eugenia Fosalba y Gáldrick de la Torre (eds.), La Égloga renacentista en el Reino de Nápoles, Bulletin Hispanique, 119, 2, diciembre de 2017, pp. 591-620 (sobre Telesio, véanse las pp. 614-15).
[10] Los versos del original ovidiano son «Telemus Eurymides, quem nulla fefellerat ales, / terribilem Polyphemon adit “lumen” que, “quod unum / fronte geris media, rapiet tibi” dixit “Ulixes.”». Compárese con los versos 119-21 del poema de Telesio: «Stultus ego. Eurymides praedixerat omnia vates. / Infelix Cyclops, Ithacus tibi frontis honorem / demet Dardaniis veniens rate vectus ab oris».
[11] Véase Antonio Pagano, Antonio Telesio, Nápoles, P. Federico & G. Ardia, 1922, p. 50.
[12] Imber aureus tragoedia, Nuremberg, Fridericus Peypus, 1530, f. 1r: «Nobis enim non tantum tragoediam utilissimum ad formandos excolendosque hominum mores, pulcherrimumque a diis immortalibus traditum munus quasi postliminio restituit atque adeo ut nihil in eo desiderare possimus, sed etiam quo pacto scribere debeamus, non ab aliis omnia mutuantes edocuit. Proinde vos studiosos omnes adhortor, ut alendae locupletandaeque linguae Latinae causa omnem operam et studium vestrum conferatis; quod vobis erit facilius, si bonos tantummodo auctores, qui ad parandam dicendi facultatem et copiam mirifice faciunt, in manibus habere atque in scribendo genium vestrum sequi volueritis. Valete».
[13] Se ha analizado este volumen facticio, en especial las notas a la edición de Vida, en «Notes in a 1531 edition of Vida’s De arte poetica», en Dirk Sacré & Jan Papy (eds.), Syntagmatia: Essays on Neo-Latin literature in honour of Monique Mund-Dopchie and Gilbert Tournoy, Leuven, Leuven University Press, 2009, pp. 307-15.
[14] Antonii Thylesii Cosentini poemata, Cyclops et Galatea, Zúrich, Froschauer, 1531, f. 1v: «Quum novam Antonii Thylesii viri doctissimi tragediam, quae Imber aureus inscribitur, tam avide amplexi sitis, ut eam etiam magnifice feliciterque frequentissimo in theatro arte scenicae egeritis, ubi Graecas et Latinas subinde fabulas non sine laude luditis, arbitror equidem me vobis rem pergratam omnibusque poeticae studiosis facturum, si eiusdem Thylesii pulcherrimum poema, cui titulus Cyclops, typis excuderem, cuius argumentum hoc est […] Sed alia Thylesii nostri poemata, quae apud nos adhuc latent, expectate».
[15] El volumen en cuestión lleva por título T. Calphurnii Siculi et A. Nemesiani Carthaginiensis Eclogae, decoro diligenter observato, facilique sententiarum ubertate amabiles lectuque dignae (con la égloga Cyclops de Telesio) (Zúrich, Froschauer, 1537). Sobre las ediciones europeas de poesía neolatina véase Alejandro Coroleu, «Printing and reading Italian Neo-latin bucolic poetry in early modern Europe», Grazer Beiträge, 27, 2010, pp. 53-69.
[16] Imber aureus, tragoedia nova, cum aliis opusculis, Amberes, Joannes Steelsius, 1546.
[17] Conviviorum Francisci Philelphi libri II, varia erudtione referti, de quibus sic et recte quidem doctus imprimis vir Lodovicus Vives sentit, Colonia, Ioannes Gymnicus, 1537.
[18] In Angeli Politiani Nutritia Commentarii, authore Ioanne Ludovico Brassicano authore, Nuremberg, Joannes Petreius, 1538.
[19] Antonii Thylesii Cosentini de coronarum generibus commentarius eruditissimus, nusquam antehac excusus, Colonia, Ioannes Gymnicus, 1531, f. 2r: «Gravissimo doctissimoque viro, domino Ludovico a Flandria consiliario Caesareo, patrono in maioribus Joannes Ludovicus Brassicanus: Multum saepe diuque cogitavi, / vir perdocte, patrone singularis, / quanam te ratione demererer, / cum inter tot mihi cogitationes / in mentem venit optimi libelli, / quem Thylesius ille cultus atque / multa praeditus eruditione, / recte, Iupiter et laboriose / concinnavit, ut assolet frequenter. / Hanc ergo tibi dedico, quod ipsa / frons inscriptioque apta de coronis, / istoc tempore sic videtur ese: / cum fratrem bonus auget imperator / regni insignibus atque dignitate / Romani, ut fieri solet, valeto».
[20] Francisco Rico, El sueño del humanismo: de Petrarca a Erasmo, Barcelona, Destino, 2002 (nueva edición, corregida y aumentada), p. 196.