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Boscán, Juan

Biografía

Juan Boscán (Barcelona, fin. XV – íbid., 1542) fue poeta español que conoció tanto a Navagero como a Castiglione (de quien tradujo Il Cortegiano en 1534) y fue muy amigo de Garcilaso de la Vega. Gran imitador de los modelos italianos (sobre todo, Petrarca y Bembo), consiguió introducir una nueva métrica en la poesía castellana, así como modelos estróficos y poéticos que no se habían contemplado hasta el momento. Una de sus piezas más reconocida es la Historia de Hero y Leandro.

Más información en: http://www.treccani.it/enciclopedia/juan-boscan-almogaver/https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Bosc%C3%A1nhttps://www.wikidata.org/wiki/Q375056.

 

 

“El poeta que más decididamente contribuyó a la transformación de la poesía española nació en Barcelona, una ciudad que a finales del siglo XV había perdido el poder político y económico dentro de la Corona de Aragón por la gran merma de su población a causa de las epidemias de peste y de las guerras contra su rey. Los antepasados de Boscán habían defendido la causa monárquica de Juan II de Aragón en la guerra civil catalana frente a los intereses de la oligarquía nobiliaria y urbana del Principado, representada en la Diputació del General y el recién creado Consell del Principat, que reivindicaban el respeto a sus privilegios e instituciones.

La vida de Boscán consta de dos etapas muy marcadas: una primera cortesana desde que era un niño hasta la primavera de 1533 y otra barcelonesa desde finales de ese año hasta su muerte. El punto de inflexión ocurrido en 1533 podría estar motivado por la herencia de su abuelo materno tras la muerte del mayor de sus primos ese año y el comienzo del noviazgo con la mujer que habría de ser su esposa. La primera vida es la de un poeta que se ha educado en la corte y que ha estado en contacto con sus grandes poetas y con los humanistas italianos que visitan España por motivos diversos. La segunda vida es la de un poeta familiar y sentimentalmente estable que hace un elogio del amor conyugal y que se refugia en su ciudad natal para componer obras de una inspiración más clásica o neolatina.

Juan Boscán vino al mundo probablemente entre octubre de 1488 y septiembre de 1489, cuando la ciudad se recuperaba aún de las consecuencias de la guerra, en el seno de una familia de mercaderes que logró consolidarse entre la nobleza barcelonesa.[1] El padre, Juan Valentín Boscán, fue oidor de cuentas y atarazanero de la Diputació del General; la madre, Violante Almugávar, era hija de Juan Almugávar y su primera esposa Isabel. Al quedar huérfano de padre muy pronto (en junio de 1490), nuestro poeta vivió bajo la tutela de su madre y de su tío Bertrán Boscán. Es probable que por esa orfandad se trasladara a principios de siglo XVI a la corte de Fernando II de Aragón, que siempre había favorecido y protegido a su familia. Puesto al servicio de su rey Boscán debió recibir las enseñanzas de Lucio Marineo Sículo, humanista italiano que llegó a España en 1484 de la mano del Almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez, para ejercer primero su magisterio en la universidad de Salamanca y después en la corte de los Reyes Católicos. Lucio Marineo Sículo, que había sido profesor de griego y latín en Palermo, instruyó a nuestro joven poeta no sólo en la tradición clásica sino también en la italiana. La educación fuera de Barcelona debió contribuir a su elección de la lengua castellana como lengua de su poesía, aunque en su ciudad natal también fue esa lengua la más usada en literatura por haber sido la de sus gobernantes Carlos de Viana y el Condestable don Pedro de Portugal. De nuestro poeta sólo se nos ha conservado una esparsa en lengua catalana en su cancionero barcelonés (Riquer 1945: 57-58).[2]

El 4 de septiembre de 1506 Boscán formaba parte de la comitiva de Fernando II y su nueva esposa, Germana de Foix, que zarpó de Barcelona rumbo a Nápoles, ciudad en la que entró el 1 de noviembre de ese año y que abandonó en junio del año siguiente. Poco sabemos de la estancia de nuestro poeta en Nápoles en esos casi ocho meses, pero es casi seguro que en ella acabó de familiarizarse con la poesía italiana. Coincidió allí con su tío político, Felip de Farrera y de Llobera, el que iba a ser en pocos meses el embajador del rey en Venecia y el que pudo introducir a su sobrino en los círculos humanísticos de la ciudad, especialmente la Academia Pontaniana (Coll Julià 1974: 608-609; y Duran 2004: 369 y 373). En 1514 Boscán continúa constando como miembro del séquito real, pero después de ese año se le pierde la pista entre la documentación. En esta etapa de formación debió iniciarse también en las armas, pero no hay demasiada constancia de que las siguiera con cierta regularidad.

En el Carlo famoso, poema de la segunda mitad del siglo XVI, Luis de Zapata menciona a nuestro poeta junto a Garcilaso entre los expedicionarios españoles que intentaron socorrer la isla de Rodas, cercada por el ejército turco de Solimán entre el 28 de julio de 1522 y el 1 de enero de 1523 (XIV, 25-26; Zapata 1566: 67 v). Las noticias sobre esa expedición son muy confusas, y no hay ninguna seguridad sobre la participación de nuestros dos poetas. En esa época, o quizá un poco antes, Boscán había ya entrado a servir en la casa del duque de Alba, don Fadrique Álvarez de Toledo, para ocuparse de la formación humanística de su nieto don Fernando Álvarez de Toledo, el futuro Gran duque. Es entonces cuando conoce y entabla amistad con Diego Hurtado de Mendoza y con Garcilaso porque el toledano es el único testimonio contemporáneo de esa labor del barcelonés como ayo de don Fernando, ignorada por algunos de sus biógrafos. Es la etapa en que Boscán ya ha alcanzado cierta fama como poeta cortesano, utilizando aún los versos octosílabos, con sus pies quebrados, e imitando el conceptismo típico de la poesía del siglo anterior: el barcelonés había entrado en el canon poético al aparecer con tres poemas en la segunda edición del Cancionero General (Valencia, 1514).

Al ser por aquel entonces un poeta con cierto prestigio, ya más consolidado que Garcilaso, Boscán debió de atraer la atención de humanistas y poetas. Así, en junio de 1526, tuvo uno de los encuentros más trascendentales para la historia de nuestra poesía, como deja constancia en la carta a la duquesa de Soma, compuesta muchos años después, en la que se atribuye una primacía que de alguna manera acaba compartiendo con Garcilaso. El encuentro en cuestión fue con el poeta y humanista veneciano Andrea Navagero en Granada, con motivo de la luna de miel de Carlos V e Isabel de Portugal, que se habían casado unos meses antes en el Real Alcázar de Sevilla.  Andrea Navagero había llegado a España como embajador de Venecia en mayo de 1525 con el encargo de negociar con el Emperador la liberación del rey Francisco I, preso en Madrid tras su derrota en la batalla de Pavía. La primera ciudad que visitó el embajador veneciano fue Barcelona, pero no parece que en ese año Boscán estuviera en su ciudad natal porque no hay ninguna referencia a un primer contacto entre ambos. Desde Barcelona Navagero se dirigió a Toledo, donde ya pudo conocer a Boscán y también a Garcilaso porque la corte entonces estaba en la ciudad Imperial. Es probable que en los ochos meses que permaneció en ella tuviera ya conversaciones con los dos poetas, a quienes debió de animar por igual a cultivar los metros italianos. La comunicación con Garcilaso pudo establecerla a través de Pedro Mártir de Anglería, de quien se hizo muy amigo durante su estancia en Toledo. No debe olvidarse que Pedro Mártir desde 1501 desempeñó funciones docentes como maestro de los jóvenes caballeros de la corte, entre los que se contaba el propio Garcilaso (Fosalba 2009: 57). Por tanto resulta verosímil que el maestro presentara al embajador veneciano a su discípulo más aventajado. Boscán debió también de estar presente en esas conversaciones, como poeta ya más reconocido, pero no las mencionó en su carta porque posiblemente pretendía arrogarse un mayor protagonismo pensando en uno de los tópicos del prólogo, que es el de la novedad y primacía de la obra que presenta (junto también con el de la recomendación o la orden, según señala López Bueno 2011: 23). Las conversaciones, además, nuestro poeta las sitúa en los jardines del Generalife para hacerlas coincidir con la entrada triunfal del Emperador en la ciudad de Granada. En ese contexto nupcial y festivo debió creer que eran más oportunas las recomendaciones de Navagero sobre la conveniencia de escribir en castellano “sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia” para poder presumir de haber sido “el primero que ha juntado la lengua castellana con el modo de escribir italiano” (Boscán 1999: 118 y 117). En cualquier caso, no se apropia todo el mérito cuando admite que esa labor no habría podido ponerla en práctica si Garcilaso no la hubiera acabado de aprobar “con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino” (Boscán 1999: 118).[3] No cabe descartar, si sabemos leer entre líneas, que Garcilaso hubiera empezado a probar las trovas italianas bastantes meses antes a raíz de conversaciones sobre la misma cuestión que ya habría mantenido con el embajador veneciano en Toledo.[4]

En diciembre de 1529 Boscán pensaba casarse con una dama barcelonesa, llamada Isabel Malla, hija de Perot Malla, porque el duque de Alba, según consta en documentos de su archivo, había concedido al poeta “600 ducados de oro, pagaderos a los quince días de casarse y velarse” (Riquer 1945: 16). Esta cantidad de dinero nunca se satisfizo porque la boda no llegó a celebrarse.[5] Se desconocen los motivos de la ruptura entre Boscán e Isabel, pero quizá debió influir la vida ajetreada del poeta en la corte con sus prolongadas ausencias de la ciudad condal. El noviazgo con Isabel debió durar como mucho hasta 1531 porque en ese año la dama se había casado con Joan Benet Descoll (Bellsolell 2013: 18, n. 40). La ruptura de ese compromiso podría hacer verosímil la hipótesis de la marcha de Boscán con la corte imperial ya el 28 de julio de 1529 para asistir a la coronación de Carlos V en Bolonia, pero sólo está documentada su presencia en la corte del Emperador en Ratisbona desde febrero de 1532 para participar en la defensa de la ciudad de Viena ante el intento de sitio por parte del ejército turco de Solimán. La hipótesis en cuestión puede tener dos inconvenientes importantes: 1) la ausencia del poeta en la segunda mitad de 1529 cuando debía de estar ultimando los preparativos de su boda y 2) el servicio al futuro duque de Alba, que no había acudido a la coronación por haberse casado con su prima María Enríquez el 27 de abril de ese año. En Ratisbona nuestro poeta protagonizó una simpática anécdota que recuerda Garcilaso en una de sus coplas octosilábicas: su llamativo y cómico baile con ocasión de unas bodas. Boscán no volvió a Barcelona hasta el 28 de abril de 1533 junto a la armada imperial capitaneada por Andrea Doria.

Al poco de su regreso Boscán debió comenzar el largo noviazgo con su futura mujer, la valenciana doña Ana Girón de Rebolledo, porque el 5 de julio de ese año el duque de Alba le concedió 2500 ducados “para ayuda de su casamiento” (Riquer 1945: 16). Si bien en este documento no aparece el nombre de la novia no puede haber demasiadas dudas sobre su identidad, aunque sí caben plantearse algunas sobre el aplazamiento de la boda, que no tendrá lugar hasta septiembre de 1539. El 30 de agosto de 1533 continúa estando en Barcelona pues ese día firma el contrato con los libreros Joan Bages y Francesc Labia para la impresión de su versión al castellano de la obra de Baldassare Castiglione Il Cortegiano, que le hizo llegar Garcilaso, como reconoce en la carta a Jerónima Palova de Almogávar (Boscán 1994: 71).[6] En esa época, segunda mitad de 1533, Boscán debió de abandonar definitivamente la corte y establecerse en Barcelona para pasar el mayor tiempo posible con su novia y administrar directamente sus bienes al recibir la herencia de su abuelo materno tras la muerte ese año de su primo hermano Joan Almogáver: no consta que en ese tiempo siguiera a la corte por las diferentes ciudades castellanas. Instalado, pues, en su ciudad natal debió de vivir primero en la casa familiar paterna de la calle Lledó, número 13 (Verrié 1987), pero a partir de 1536 ya pudo ocupar la casa de su abuelo materno en la calle Regomir porque una sentencia arbitral de ese año lo convierte en su propietario.[7]  Ana Girón de Rebolledo, que había nacido entre 1514 y 1519, era hija de Juan Girón de Rebolledo, uno de los próceres valencianos que debió de fijar su residencia en Barcelona cuando en el año 1519 asistió a sus cortes (Morales Roca 1983: 258). En la elegía que escribe desde Trapani en septiembre de 1535 Garcilaso recuerda a su amigo en su ciudad natal, en cualquiera de esas dos casas, muy próximas al mar, junto a la mujer a la que amaba y a la que también dedicaba sus versos: Tú, que en la patria, entre quien bien te quiere,

la deleitosa playa estás mirando
y oyendo el son del mar que en ella hiere,
y sin impedimento contemplando
la misma a quien tú eterna fama
en tus vivos escritos procurando,
alégrate, que más hermosa llama
que aquella qu’el troyano encendimiento
pudo causar el corazón t’inflama
(145-153: Garcilaso 1995: 112-113).[8]

Tampoco Garcilaso aduce el nombre de esa mujer, pero parece obvio que se trata de Ana Girón de Rebolledo. Garcilaso conocía de primera mano la situación sentimental de su amigo porque lo había visitado, siempre desde Nápoles, primero entre abril y junio de 1533, y después entre agosto y octubre de 1534. En la primera visita Garcilaso estuvo ultimando y revisando la traducción de Il Cortegiano que el barcelonés estaría acabando por aquel entonces (el toledano también habría aprovechado la ocasión para escribir la carta dedicatoria a Jerónima Palova de Almogávar, la esposa del primo hermano de Boscán que tuvo también un papel importante en la traducción de nuestro poeta). El libro, a pesar de contar ya con el privilegio para su impresión con fecha del 20 de diciembre de 1533, no vio la luz hasta principios de 1534. Garcilaso es bastante literal al recordar a su amigo, con motivo de esa visita o de la del año siguiente, contemplando desde las calles del barrio gótico la playa de Barcelona porque la ciudad no tenía en ese momento puerto sino un gran arsenal, como recuerda Andrea Navagero en la carta que escribe a Gianbattista Ramusio al poco de llegar el 1 mayo de 1525 tras desembarcar en Palamós: “E [Barcelona] posta al mar, ma no ha porto: ha un’arsenale, dove al tre volte soleuano hauer buen numero di galee” (Navagero 1556: 698). El toledano parece también recordar los sonetos y canciones que su amigo había escrito a su prometida y que reservaba para el libro II de sus obras, un auténtico cancionero petrarquista que incluye también una renuncia al amor carnal a favor de otro más casto y matrimonial (Morros 2005 y Ruiz Pérez 2013: 54-66).[9] El calificativo de “hermosa” para la “llama” que encendía el nuevo amor de Boscán coincide con el que el barcelonés le da en esos sonetos y canciones: “este fuego que agora yo en mí siento/ es puro y simple” (CXXII, 1-2; Boscán 1999: 231; y Morros 2005: 258-262). Es un cancionero que comparte con el de Pietro Bembo su carácter admonitorio para los lectores, ausente en el de Petrarca, pero que propone una alternativa con respecto al del cardenal veneciano, el del amor nupcial, basado en una serie de poemas que había reunido Pontano en su De amore coniugali (D’Agostino 2018: 28-38).

Volviendo al tema del noviazgo de Boscán con su nueva novia, seis años son muchos años para aplazar una boda que ya se había concertado. Al menos en este caso no pueden aducirse las ausencias del poeta de su ciudad natal porque parece que ya no se movió de ella salvo contadas excepciones, como veremos más adelante. La clave podría estar en unos  poemas que el Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez, dedicó a nuestro poeta con motivo de la visita que hizo a la corte del Emperador seguramente en verano de 1534 en Valladolid o en Palencia (Morros 2010: 337). En esos poemas el Almirante lamenta ya la ausencia de su amigo Boscán y le pregunta por unos amores que había dejado en la corte “Hálloos de menos en la corte” (v. 73; Avalle-Arce 1994: 288). Boscán contesta en mayo de 1535 desde Barcelona cuando la corte se ha trasladado a su ciudad para preparar la campaña africana de La Goleta y Túnez (Morros 2008: 96). Ante la disyuntiva de que esos amores los hubiera “traído de Castilla” o los hubiera “habido allí”, según reza el epígrafe del segundo de sus poemas, Boscán responde que “este mal aquí le han dado”, refiriéndose por tanto a Barcelona y quizá también a una barcelonesa.  Si no se trata de un juego poético, Boscán está reconociendo que en 1535 sufre una “llaga… nueva” por amor, cuando ya lleva unos años de noviazgo con Ana Girón de Rebolledo. Ese amor de nuestro poeta podría ser la causa del aplazamiento de su boda con la dama valenciana.[10]

Se ha especulado con la posibilidad de que esa “llaga… nueva” fuera una recaída en su amor por Isabel Malla porque en el reverso de unos documentos de marzo de 1536 sobre unas reformas de la casa del poeta en la calle Regomir aparece copiado una copla anónima que juega con el apellido de Isabel. La copla podría haberla escrito Boscán, como propone su descubridor Bellsolell (2013: 18), pero tampoco tenemos ninguna seguridad al respecto. Vale la pena reproducirla para poder analizarla:

Si muero en tierras ajenas,
Lejos de donde nascí,
¿quién habrá dolor de mí?
 
 
Sois tan hermosa, sin cuenta,
Que ningún cuenta  tenéis,
Y una malla me valéis,
Si malla entra en cuenta(Bellsolell 2013: 17).[11]

 

El anónimo autor escribe una redondilla para glosar un famoso cantarcillo ya recogido por Alonso Enríquez de Guzmán en carta a Cristóbal Mejía el 20 de marzo de 1530 (Frenk Alatorre 2003: 636). La redondilla puede, en efecto, estar dirigida a Ana Girón, de la que alaba su hermosura inefable (no se puede contar) o también incalculable (no se puede computar su valor), para, siguiendo con el segundo de los sentidos de “cuenta”, determinar su coste: el amor de Isabel Malla. Es verdad que el término malla está empleado también con el significado literal de ‘arma defensiva’ para hacer frente a la belleza de su novia actual (tampoco cabe descartar el de la ‘red’ en que el amante ha quedado atrapado por esa belleza). La redondilla, en cualquier caso, presenta una anomalía: el determinante en masculino para un sustantivo en femenino (si usamos el femenino “ninguna” el verso es hipermétrico). Solo cabe la solución de suponer un error de “ninguna” por “ni una”. De ser suya, en esa redondilla, Boscán renunciaría definitivamente a su amor por Isabel Malla a favor de su futura mujer. La renuncia, como hemos visto, habría que situarla en la primavera de 1536.  Es probable, como sostiene Bellsolell 2013, que el amor que dice sentir (la “llaga… nueva’, reciente) Boscán en mayo de 1535 sea por Isabel Malla, pero difícilmente puede ser la misma mujer por la que le pregunta don Fadrique Enríquez en julio de 1534 porque esa mujer también el Almirante la había amado y todavía la seguía amando. Es la hipótesis que con buen criterio acaba también proponiendo Bellsolell (2013: 19, n. 45). La posibilidad de que nuestro poeta amara en esa época a las dos damas a la vez, Isabel y Ana, podría confirmarla él mismo cuando al describir Barcelona en la “Octava rima”, compuesta a imitación de otra de Pietro Bembo, menciona a “dos señoras allí.. principales”, “dispuestas para dar bienes y males, deleites y dolor, gozo y tristura” (393-400; Boscán 1999: 387). Las señoras en cuestión deben de ser, casi sin ninguna du da, Isabel y Ana.

Resueltos sus conflictos sentimentales, el 7 de agosto de 1539 Boscán firma los capítulos matrimoniales para finalmente casarse con Ana Girón de Rebolledo el 9 de septiembre de ese mismo año, como recuerda en su epístola a Diego Hurtado de Mendoza, verosímilmente redactada al poco de celebrarse la boda: “Heme casado con una mujer, / que’s principio y fin del alma mía” (128-129; Boscán 1999: 364).[12] Tras la boda Boscán se instalaría en la casa de la calle Montcada que su esposa habría aportado como dote al matrimonio y abandonaría su casa en la calle Regomir para alquilarla al escultor Martín Díez de Liatzasolo, según consta en documento con fecha de 17 de septiembre de 1539 (Bellsolell 2013: 15 y n. 31). Téngase en cuenta que Ana Girón se había quedado huérfana de padre y madre, como se hace constar en los capítulos matrimoniales (Riquer 1945: 210). La casa de la calle Regomir, con importantes detalles arquitectónicos, que demuestran la implicación cultural del poeta con la ciudad, era una herencia que Boscán había recibido por parte materna al morir en 1533 su primo Joan Almogáver y que desde 1535 se la disputaba Anna Albanell, la esposa de su otro primo, Bernat Benet Almogáver, el segundogénito de la saga y también ya fallecido por esas fechas. Si bien, como hemos visto antes, una sentencia arbitral de 1536, lo reconocía como propietario de la casa, otras sentencias (el pleito duró hasta 1541) fallaron a favor de Anna Albanell y obligaron a Boscán a indemnizarla económicamente por los perjuicios ocasionados. Por eso seguramente nuestro poeta hubo de alquilar una de las casas en litigio y vender la que tenía en la villa de Sants, conocida como Torre de Sants, seguramente la actual Torre del Rellotge, en la actual plaza de Málaga.[13] En esa época, para reivindicar sus derechos en la herencia de su abuelo materno, sustituyó en los documentos oficiales el apellido de Boscán por el de Almugàver.

El nuevo matrimonio alternaba la vida en la ciudad con la vida en la aldea, como el propio poeta confirma en la mencionada epístola de Diego Hurtado de Mendoza: “Pasaremos así nuestra jornada/ agora en la ciudad ora en la aldea/ porque la vida esté más descansada” (220-222; Boscán 1999: 368). La aldea a la que alude Boscán es la del pueblo costero de Cubellas, donde tenía por herencia paterna un castillo (regalo del rey Juan II por los servicios prestados) que mandó reformar dos veces entre 1535 y 1536 y unas cuadras seguramente adscritas al castillo, conocidas como las “quadres de Gallifa”, compuestas a mediados del siglo XVI por cuatro casas o masías con dos ermitas. El castillo está situado en el actual centro del pueblo, muy cerca de la iglesia parroquial de Santa María, mientras que las cuadras están ubicadas en una colina por encima de la actual c-32. Bellsolell cree que el castillo no fue nunca residencia habitual de Boscán, aunque cuando intenta justificar las reformas hechas en su interior piensa que las pudo hacer “per poder afrontar la nova vida que se li posava davant, com a futur home casat” (2013: 13). Yo me inclino a creer que el castillo fue lugar que Boscán eligió para alternarlo con su casa en la ciudad primero porque lo reformó para poder vivir en él y segundo porque la viuda Ana Girón de Rebolledo debió seguir ocupándolo al elegir sepultura propia en el interior de la iglesia parroquial de Cubellas según consta en un documento de 1559 (Pinos 1998 72). En el castillo de Cubellas Boscán y su mujer debieron pasar largas temporadas porque lo menciona en la epístola a Diego Hurtado de Mendoza como lugar en el que fue especialmente feliz. Los montes cuyas “verduras” contempla la pareja son los de la sierra de la Llacuna y las del macizo de Garraf; el “correr de las aguas” que oyen los dos sin duda son las del río Foix, que bajaba desde las montañas de la Llacuna hasta el mar. Incluso el barcelonés alude a los fuertes muros del castillo como los de una fortaleza en cuyo interior se halla a salvo de las tentaciones de antiguos amores: “En mi fuerte estaré dentro en mi muro,/ sin locura d’amor ni fantasía/ que me pueda vencer con su conjuro” (286-288; Boscán 1999: 370). La alabanza de aldea que hace en la epístola está inspirada, pues y con toda probabilidad, por esas estancias del poeta con su familia en este castillo de Cubellas.

Cuando se quedaba en su casa de la ciudad Boscán reunía en ella, como también narra en su epístola a Diego Hurtado de Mendoza, una tertulia literaria a la que asistían el alcalde general de Cataluña Jeroní Agustí Albanell, el preboste de Valencia Onofre Gualbes y el poeta Galcerán Durall (Duran 2004: 372-375), muy amigo del Almirante de Nápoles Fernando Folc de Cardona-Anglesola, duque de Soma, y de su mujer Beatriz Fernández de Córdoba, que se casaron entre el verano de 1540 y mayo de 1541, aunque las capitulaciones matrimoniales las firmaron  el 16 de junio de 1539 (Yeguas 2001: 71).[14] Los duques de Soma, después de la boda, se integraron en la ciudad condal y formaron parte también de las tertulias en casa de Boscán, quien eligió a la duquesa como interlocutora de su carta y también como destinataria de los endecasílabos sueltos que incluyó al principio de sus obras (Morros 2005: 247-248; y Lloret 2013:122-123). El motivo de esa elección cabe buscarlo en su educación italiana y en su matrimonio con un joven aristócrata nacido y criado en Nápoles, interesado especialmente en la poesía de Ausiàs March, cuyas ediciones de 1543 y 1545 en la imprenta de Carlos Amorós llegó a promover, con una posible intervención de Boscán, quien ya había imitado al poeta valenciano en unos cuantos sonetos (Lloret 2013: 128). No cabe olvidar tampoco que el hermano de la duquesa, don Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sesa, mantuvo una gran amistad con el poeta Luigi Tansillo, de cuya obra fue el gran mediador en España (Toscano 2012). Boscán no llegó a conocer personalmente a Tansillo porque el poeta italiano en uno de los cuatro sonetos que le escribió con motivo de su muerte lamenta que esta haya ocurrido “or ch’a vederti ero vicin” (7; Tansillo 2011: 339; y Pèrcopo 1926: XCI). No consta que Tansillo tuviera intención de viajar hasta Barcelona a finales de 1542 o principios de 1543, pero quien sí lo pudo hacer, aunque no hay seguridad absoluta al respecto, fue Bernardo Tasso en 1537 y 1539 (Caravaggi 2009: 142).

En esos años de felicidad conyugal y estabilidad emocional Boscán se consagró por entero a su esposa y a las tres hijas que tuvo con ella: Mariana, Violante y Beatriz. Son también los años ya de madurez intelectual en que compuso los poemas más ambiciosos que habían de figurar en el libro III de su obra poética, entre ellos la epístola a Diego Hurtado de Mendoza y la fábula de Leandro, una en la órbita de la poesía conyugal de Pontano (Marías Martínez 2013 y D’Agostino 2018) y la otra influida en su desenlace por la que Bernardo Tasso había publicado en el tercer libro de sus Amori (Venecia, 1537: Morros 2013 y 2014). En la parte de la fábula correspondiente al enamoramiento de Leandro amplifica las fuentes originales usando textos filográficos, como los de Ficino, Bembo y Castiglione (Béhar 2013: 291-294). Es posible que también compusiera algunos de los sonetos del libro II inspirados en pasajes sobre el amor conyugal de otro texto filográfico como el de León Hebreo (Morros 2005: 252-254). Los modelos que sigue para esta última etapa de su poesía, en cualquier caso, ya no son exclusivamente los petrarquistas sino los neolatinos italianos, con el cultivo de la epístola moral horaciana y el epilio mitológico. Es entonces cuando pudo empezar a redactar también la traducción de una de las tragedias de Eurípides, seguramente Ifigenia, que se menciona en el privilegio de sus obras (Boscán 1999: 43).[15] Las novedades poéticas son importantes y conviene difundirlas ya en letra de molde. Se encarga de recoger también los originales de su amigo Garcilaso para incluirlos en la parte final de su libro. Con todo el material en su poder ya solo queda empezar el proceso de edición.

El 23 de marzo de 1542 firma el contrato con el librero Joan Bages para la impresión de su poesía en lengua castellana. En el contrato se mencionan solo las obras de Boscán (nada se dice de las de Garcilaso), hasta la fecha inéditas, que parece entregar no de manera uniforme, porque después de dejar claro que “fins vuy no son stades stampades”, introduce una adversativa que no acaba de entenderse: “jatsia alguns trossos de aquelles vagen scrits de ploma y així corruptos, e també en aquelles si affegescha” (Riquer 1945: 231). La primera pregunta que conviene hacerse es por qué si las obras no han sido impresas antes solo unos fragmentos o piezas irán copiados a mano, con pluma, y estarán expuestos a errores. Seguramente de forma inconsciente el redactor del contrato debía pensar en los tres poemas del libro I que se habían impreso en el Cancionero General de 1514 y otros poemas difundidos en pliegos sueltos. La segunda pregunta que debe formularse es el sentido de la frase final “e també en aquelles si affegescha”: si el sujeto de la oración es “alguns trossos” lógicamente el verbo debería ir en plural (“si affegeschan”), porque no hay duda de que “aquelles” alude a las obras compuestas por Boscán. El contrato, pues, alerta de los riesgos que entraña el original manuscrito y de la necesidad de controlar la edición del texto. Por eso en ese contrato y en otro entre el librero y el impresor Carlos Amorós, firmado el mismo día que el anterior, se deja constancia del compromiso de Boscán de corregir uno a uno todos los pliegos del libro para subsanar posibles errores en el proceso de impresión. La previsión que establece el segundo contrato es la de tirar cada “dia no feriat” desde el 1 de abril “dues formes, que es un full tot stampat” (Riquer 1945: 234). Nuestro poeta asumió con diligencia esa tarea, pero no la pudo concluir porque la muerte le sorprendió el 21 de septiembre de 1542 cuando regresaba de Perpiñán, a donde había acompañado al duque de Alba, que estaba preparando la defensa de la ciudad del asedio por parte del ejército francés de Francisco I. Boscán viajó a Perpiñán porque tenía el oficio, heredado de su padre, de conservador de marcas de Cataluña, que los franceses, lógicamente, pretendían alterar con la conquista de la ciudad (Riquer 1945: 219-220; Morros 2008b: 17-18).[16] Al morir, pues, Boscán, su viuda hubo de asumir la parte final del proceso de impresión de las obras de su marido y las de Garcilaso, pero no pudo evitar que la edición saliera con bastantes errores. El 20 de marzo de 1543 por fin vio la luz la edición de unos de los libros de poesía más trascendentales para la literatura en lengua castellana”

 

BIBLIOGRAFÍA

Alvar Ezquerra, Antonio, “Mitología clásica y poesía castellana en la época del emperador Carlos”, en La mitología clásica en la literatura española, ed. Juan Antonio López Férez, Madrid, Ediciones Clásicas, 2007, pp. 235-265.

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[1] Riquer (1945: 10-11) fue más preciso que Menéndez Pelayo 1945, que se limitaba a situarlo vagamente a finales del siglo XV, al proponer para el nacimiento de Boscán una franja de años comprendida entre 1487 y 1492 basándose en tres documentos: un primer documento de 25 de mayo de 1493 que considera “impúber” a Boscán (pero esta no es palabra en uso aún en esa época); un segundo de 28 de enero de 1506 que hace constar que nuestro poeta no ha cumplido aún los veinte años, y un tercero de 5 de mayo de 1512 que especifica que el barcelonés es “minor viginti quinque annis, maior vero viginti”. Coll (1979: 595, 601, 605 y 610) llegó a delimitar esa franja de años al aducir un documento de junio de 1490 que alude a la muerte del padre del poeta (Riquer había creído anterior al 3 de abril de 1492) y otro del 29 de septiembre de 1507 que hace constar que Boscán es mayor de 18 años y menor de 25 en la firma del contrato matrimonial de su hermana Leonor.

[2] La esparsa en cuestión no lleva ninguna fecha, pero Riquer 1945: 59-60 supone que su autor pudo componerla después de su conversación con Navagero en 1526 porque considera que los diez endecasílabos que la forman aparecen acentuados a la manera italiana. Riquer llega a la conclusión de que no debe de extrañar que haya sido un catalán “el reformador de la métrica española” porque el endecasílabo catalán, con el acento obligatorio en la cuarta sílaba, estaba mucho más próximo al endecasílabo italiano que el verso de arte mayor castellano. Rossich (1986: 17) refutó esta posibilidad al considerar que Boscán estaba mucho más familiarizado con la lengua castellana que con la catalana y que por tal motivo difícilmente podría innovar en una lengua que no dominaba. Duran 2004: 371-372 llama la atención sobre la inspiración ausiàsmarquiana de la esparsa para situarla en una fecha en que el poeta valenciano se había puesto de moda primero en la corte de los duques de Calabria en Valencia y después en el círculo del duque de Soma en Barcelona: Por eso Duran cree más verosímil que esa modernización de la lengua catalana nuestro poeta se la planteara ya en su época barcelonesa. Para Duran no tiene sentido que Boscán pensara acometerla cuando era un poeta cortesano de éxito en lengua castellana.

[3] En esa dificultad inicial de Boscán por escribir “a la manera italiana”, D’Agostino (2018: 40) reconoce un clímax ascendente que refleja el cambio radical que va de su cancionero manuscrito al definitivo de la edición de 1543 (véase también Rea 2007).

[4] Fosalba (2009: 56-62) y (2012: 150) es la que ha defendido esta hipótesis basándose en algunas coincidencias poéticas entre el toledano y Navagero que presuponen una comunicación más o menos directa entre ambos. La descripción que hace el primero de su ciudad natal en la égloga III, insistiendo en la “aspereza” del paisaje, que se concreta con la aliteración de erres que contribuyen a subrayarla, podría estar influida por la que ofrece en igual sentido el segundo en su Viaggio a Ispagna, publicado ya póstumamente. El embajador veneciano no solo habría conversado con Garcilaso de métrica italiana sino también de la poética de la sonoridad, que el toledano habría ya perfeccionado en Nápoles.

[5] Este tipo de rupturas eran, en cualquier caso, bastantes habituales y no siempre había una causa justificada, al menos conocida. La madre de Boscán, sin ir más lejos, cuando contaba con trece años, es decir, el 30 de julio de 1477, tenía concertado matrimonio con su primo segundo Galceran Francesc Dusay, pero la boda, que debía tener lugar un año después, no llegó a celebrarse. Tres años más tarde, el 7 de septiembre de 1480, ya había firmado los capítulos matrimoniales con Juan Valentín Boscán, el padre de nuestro poeta (Coll 1979: 600).

[6] Garcilaso debió coincidir en Toledo con Castiglione, quien había viajado a España como embajador del Papa para mediar en el enfrentamiento del Emperador con la Santa Sede. En la ciudad imperial Castiglione dio los últimos retoques de su versión definitiva de Il cortegiano, labor en la que pudo animarlo el toledano, del que se habría hecho amigo (Fosalba 2012: 150-151).

[7] Sin embargo, en la casa de Regomir aún seguía viviendo la esposa de su primo, Jerónima Palova de Almogávar, según consta en documento del 7 de febrero de 1536 (Bellsolell 2013:15), y debió seguir haciéndolo al menos un año más, porque se la menciona en otro documento del 10 de marzo de 1537 (Riquer 1945: 209).

 

[8] Para esta elegía Garcilaso sin duda tuvo muy en cuenta otra de Bernado Tasso a “messer Nicolò Grazia”, incluida en el libro segundo de sus Amori (Venecia, 1534). En la elegía Tasso  lamenta su marcha de Venecia mientras que su amigo va a permanecer en ella, que es su patria, en compañía de Sperone Speroni (tanto Grazia como Tasso son interlocutores de su Dialogo d’amore)  gozando de una felicidad que envidia: “Tu rimarrai nel tuo lito natio,/ ne la tua patria a venturosa e queta,/ ov’è di grave noie eterno oblio./ E col dotto Speron, cui ‘l ciel mia vieta/ star sempre a canto, in studi alti e lodati/ Ti viverai vita felice e lieta” (7-12; Tasso 1995: 301).

[9] Por su parte Lefèvre 2013 lo reconoce como cancionero petrarquista solo en la forma, pero no el contenido porque considera que Boscán se halla muy lejos del compromiso espiritual que acaba asumiendo Petrarca después de su renuncia al amor por Laura. La imitatio syli practicada por nuestro poeta con una imitatio vitae. En sentido estricto es así, pero en el barcelonés hay también la asunción de un amor más espiritual que el que había sentido cuando era más joven.

[10] Es seguramente esa veleidad amorosa la que Garcilaso reprocha a su amigo Boscán en el soneto en el que llega a confesarle haberse enamorado de una dama napolitana. El soneto en cuestión, el XXXVIII, su autor debió de componerlo o a finales de 1534 o a principios de 1535, y es por tanto anterior a la elegía II en el que envidia, como hemos visto, su situación de amante que no se separa de su amada (Morros 2009: 16-17).

[11] El cantarcillo popular suele servir para el tema de prolongadas estancias en tierras extrañas a causa del exilio o del cautiverio (para ese tema en la poesía de Garcilaso, véase Béhar 2014), y por esa razón no acaba de encajar como tema que introduce la redondilla en cuestión, al menos en la coyuntura vital que le hemos atribuido a su posible autor. En ninguno de esos años posteriores a 1533 Boscán se ausentó de Barcelona para justificar el uso de semejante estribillo.

[12] Clavería (Boscán 1999: 364, n. 128) opina que la epístola su autor debió de escribirla hacia 1540 después del nacimiento de su primera hija, Mariana, porque aludiría a ella en el verso “Esta me ha dado luego un nuevo ser” (130). El “nuevo ser”, sin embargo, como interpreta Marías Martínez (2013: 112), es el “nuevo Boscán, nacido de los efectos del matrimonio y del amor correspondido”.

[13] No creo que esa torre de Sants fuera el lugar donde Boscán pasaba con su mujer largas temporadas fuera de la ciudad porque, a pesar de que la torre o masía constaba de huertos y rebaño, no pasaba cerca de ella ningún río ni había más montañas a su alrededor que las que también podía contemplar desde su casa en la calle Montcada.

[14] El poeta Galcerán Durall, que muere el mismo año que Boscán, lo había acompañado en su viaje a Nápoles y debía de ir a esas tertulias acompañado de su hijo homónimo, canónigo y también poeta. Es al hijo y no al padre al que se refieren tanto Garcilaso como Diego Hurtado de Mendoza en sus respectivas epístolas dirigidas a Boscán (Duran 2004: 373, n. 45).

[15] No es demasiado seguro que Boscán hubiera traducido una tragedia de Eurípides porque no está probado que tuviera un buen nivel de griego para ese tipo de labor, a pesar de haber sido alumno de un importante profesor en esa lengua. La cuestión se ha planteado especialmente al valorar la posibilidad de que nuestro poeta hubiera leído el poema de Museo en su versión original para componer su fábula sobre Leandro y Hero: Moya del Baño (1966: 14), por ejemplo, duda que Boscán hiciese “el aprendizaje de la lengua” y juzga de manera bastante categórica que “no sabía griego”, mientras que Béhar (2013: 270, n. 14), se hace eco también de la opinión contraria, defendida por Menéndez Pelayo 1945, Reichenberger (1951: 98-99) y Alvar Esquerra (2007: 127). En el “Capítulo” que incluye en el libro III, después de la fábula de Leandro, el barcelonés narra la parte final del mito, el del sacrificio de Ifigenia (Boscán 1999: 336-337). No sé si este pasaje puede atestiguar que Boscán estaba muy familiarizado con el contenido de la tragedia o si, por el contrario, pudo dar lugar a una falsa noticia sobre la traducción de la tragedia griega.

[16] De hecho, la viuda de Boscán el 6 de octubre de 1542, dos semanas después de la muerte de su marido, reclama al rey Carlos I el salario de “treinta y cinco ducados” en concepto del “oficio de conservador de las marcas de Cataluña que él tenía” (Riquer 1945: 219). La reclamación hecha en tan poco tiempo puede corroborar la misión de nuestro poeta en Perpiñán como conservador de las marcas de Cataluña acompañando al duque de Alba.

 

En: Morros, Bienvenido. “Las dos vidas de Juan Boscán Almogáver. Esbozo para una biografía de un precursor”, en Studia Aurea, nº 13, 2019, en prensa.

Bibliografía Secundaria