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Leucopetra

  • Motta San Giovanni
  • Portici

“No hay que descartar que otro lugar de reunión que visitara Garcilaso fuera la villa de Bernardino Martirano, discípulo del polígrafo cosentino Aulo Giano Parrasio, en Leucopetra, donde también acudían los hermanos Anisio, como apunta la honda tristeza del secretario imperial en un epigrama en que lamenta la ausencia de Giano, cuya ausencia se cifra en la estela luctuosa que recorre el hermoso paisaje de Leucopetra, antes compartido y ahora abandonado por el amigo a causa de la enfermedad (de la gota para ser más exactos):

Te sine nostra tuos moerens it Nympha per agros
Squalida crudeles et vocat usque deos.
Te nostrae lauri, te nostra arbusta morantem
Et fagi et pinus et vocat omne nemus.
Quin Arethusa etiam curarum oblita suarum
Per te turbatis in mare currit acquis.
En ructat scopulos flammato Vesbius ore
Cessantemque altis vocibus increpitat.
De me quid dicam? qui te noctesque diesque
afflictus, lugens et voco et excrucior.
Quare age, Leucopetram longo post tempore Anysi
Visas et tecum gaudia cuncta feras.
Quod si te morbus perget tristisque podagra
Laedere, tristitiae non modus ullus erit 1.

La Ninfa bucólica atraviesa la desolación de los campos invocando a los dioses más crueles. Sus árboles (nostrae lauri, nostra arbusta, de Anisio y Martirano, y del grupo en general, hay que entender), el laurel, los frutales, las hayas, los pinos, y todos los bosques, claman para que no se vaya. Incluso Aretusa, olvidada de sus cuidados, corre hacia el mar con sus aguas conturbadas por su causa. El Vesubio arroja rocas de sus feraces fauces y con poderosa voz le ruega que se quede. Él mismo, Bernardino, abatido y en pleno duelo, lo llama noche y día, inmerso en el tormento de su ausencia… La villa de Leucopetra en Portici, región de la Campania, en la falda marina del Vesubio, muy cerca de Nápoles, acogió, en efecto, como recordó hace muchos años Camillo Minieri Riccio (1880: 143), una tertulia literaria con humanistas de la talla de Agostino Nifo, Bernardino Rota, Scipione Capece, Girolamo Ruscelli, así como los hermanos Giano y Cosimo Anisio, que se reunían para debatir acerca de sus composiciones en latín y vulgar.2 Encarna Sánchez García ha descubierto, además, en las numerosas acotaciones internas esparcidas por el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés (compuesto entre los últimos meses de 1535 y los primeros de 1536)3 se alza un espacio que no coincide con su hogar en Mergellina sino precisamente con la Leucopetra que daría lugar a una recreación mitólogica en Il pianto d’Aretusa de su dueño.4 El hallazgo tiene implicaciones relevantísimas pues pone de manifiesto la vitalidad de esta academia postpontaniana, al tiempo que demuestra la cercanía intelectual entre Juan de Valdés y los acólitos postpontanianos del cosentino Martirano, perfectamente inscrito este último en los círculos del establishment imperial, pues, como secretario di stato, ostentaba el cargo administrativo más elevado del reino. Esta actividad galvanizadora por parte de Martirano se confirma gracias a una carta de Giano Anisio en que solicita que le revise sus Epistolae de religione (Sulzbach, 1538)5, y su alta estima entre los poetas en activo en la Nápoles posterior a la muerte de Sannazaro queda de relieve al ser nombrado por Filocalo da Troia en su Carmen nuptiale in Fabriti Maramauri (Sultzabch, 1533) junto a otros poetas de aquellos años como Giano Anisio, Girolamo Borgia, Epicuro, Vopisco, Pariseto, Querno, Di Falco, Rota; Nicola Gambino lo elogia como poeta latino a su vez un lustro más tarde en sus Poemata (Sultzabch, 1537). Sánchez ha ido espigando los datos textuales que evidencian que el dueño de la casa donde se mantiene el diálogo coincide con el principal interlocutor de Valdés, “Martio”, según se le designa en el manuscrito 8629 de la Biblioteca Nacional de España, recordando que “Martio” se transcribió “Marcio” en la primera edición del Diálogo de la lengua de Mayans y Siscar (1737), que con dicha variante pasó a casi todos los editores del diálogos salvo a Usoz.6 Según recuerda la misma estudiosa, Coriolano Martirano, “ilustre autor latino nombrado obispo de San Marco Argentano (Cosenza) por Clemente VII el 3 de junio de 1530, cuando tenía 27 años”, traductor de clásicos griegos al latín, así como autor de tragedias latinas, se corresponde con el otro interlocutor italiano del coloquio, de idéntico nombre, “Coriolano”, a quien ya Boehmer identificó en su día (2017: XXX).
Toscano ha puesto en duda el dato, que siempre se ha dado por cierto, acerca del traslado, a la muerte de Sannazaro en 1530, de la Academia Pontaniana desde Villa Mergellina al palacio de Scipione Capece, y la continuación de las reuniones en este nuevo escenario hasta la caída en desgracia del anfitrión, en 1543. Fue en verdad Leucopetra la que, según Toscano, tras algunas reformas, se convirtió, por lo menos desde finales de 1535, en lugar de debate para la última generación de los pontanianos; es posible, no obstante, que lo fuera antes.7 Recordemos por ahora las visitas a Pietra Bianca se daban desde muy antiguo. Tansillo lo advierte así a Girolamo Albertino en su ‘Capitolo III’:8

Non siate a voi medessimo avversario,
riposate talor la mente stanca,
prendete essempio dal buon Secretario,
che quando può goder di Pietra Bianca
l’orto, la fonte, il mar, l’antro, la strada,
non ha invidia al signor di Salamanca.
Cosí le feste innanzi tempo bada
come fanciullo, che la scuola abborre
e i dì d’opra gli è forza che vi vada.
Sendo il dì festo a Pietra bianca corre,
fugge ogni ira, ogni noia, ogni imbarazzo
e si toglie il piacer quando si può tôrre.

Como fuere, Garcilaso hubo por fuerza de recalar en Pietra Bianca cuando el emperador se alojó en la villa en su largo deambular por la Calabria, y tras varios días de festejos, la corte imperial se preparó para la entrada triunfal en Nápoles el 25 de Noviembre de 1535; la estancia partenopea duró varios meses, jalonados de fiestas, mascaradas, juegos, torneos, justas y convites, hasta el 22 de marzo de 15369, durante los cuales, el protagonismo de la Princesa de Salerno, cuyo esposo, junto al Marqués d’Avalos, rivalizaba por capitalizar la victoria frente a don Pedro de Toledo, aumentó en el coqueteo con el Emperador.10
Encarnación Sánchez García ha demostrado recientemente, que la ambientación del Diálogo de la lengua de Juan de Valdés, así como los personajes del mismo, se corresponden con la tertulia de Bernardino Martirano en su villa de Leucopetra11

 

Eugenia Fosalba, «Pulchra Partenope». Hacia la faceta napolitana de la poesía de Garcilaso. Madrid: Iberoamericana Vervuert, en prensa.


1. Versos incluidos en Iani Anysii Variorum poematum (1536: 32 r.-v.), que se conserva en la Biblioteca Centrale Norma di Roma. Citados por Toscano (2000: 296).
2. Véase Toscano (2000: XXX).
3. Cfr. el análisis de las filigranas del manuscrito M por parte de Laplana en su edición de Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, op. cit., pp. 95-100.
4. Bernardino Martirano, Il pianto d’Aretusa, ed. Tobia R. Toscano, Napoli, Loffredo, 1993.
5. f. D2r, citado por Tobia Toscano (2000: XXX).
6. Encarna Sánchez ofrece otros elementos que contribuyen a asentar esta identificación: “Sobre el uso literario del apellido de Bernardino Martirano quedan otros testimonios y uno, especialmente, confirma su valor evocador del nombre de Marte: en un soneto en honor del secretario, cuya composición Tobia Toscano data en los años inmediatamente posteriores a 1535, Luigi Tansillo se representa a sí mismo como orante a Venus para que libere al secretario Martirano de su prisión cancilleresca por «l’alta memoria, / che suona entro il suo nome, del tuo Marte»”, (2018: XXX).
7.Toscano trata el dato poco menos que de bulo historiográfico creado inconscientemente por Altamura (1959: 304-305), que por lo visto se basaba en un paso del De poeta (1559) de Minturno en donde el nombre de Scipione Capece no aparecía para nada (2000: 288-289). Ceci nos recuerda por su parte que en el palacio de los Sanseverino, donde vivían los príncipes de Salerno, lugar de reunión de literatos, residió alguna temporada Scipione Capece. ¿Era aquí donde se reunía la academia? (1898: 83).
8. Cito por la edición de Carmine Boccia (2008: 114).
9. Mele (1923: 114-115). Toscano recuerda la estrofa 78 suprimida en la edición impresa de la Arethusa, que se publicó cuando su autor llevaba 15 años muerto, y no debió parecer pertienente al impresor, pues rememoraba la ya muy lejana estancia de Carlos V en Leucopetra: “E fu di tanto questa fama e tale / che per veder cosa sì strana e nova / condusse Carlo Cesar Quinto da le / parti d’Africa vinta, a cui se giova / veder un fonte d’un corpo mortale, / e tal dolceza in Leucopetra trova, / che nei complessi suoi suavi adorni / en el suo ospizio si posò tre giorni”, en “Bernardino Martirano tra pratica del volgare e tradizione pontaniana” (2000: 280). Véase ahora el completa trabajo de Carlos Hernando acerca de la entrada trinfal de Carlos V en Nápoles (2017: 427-458).
10. Véanse las notas acerca de este gracioso episodio, tomadas de Castaldo y Filonico Alicarnasso, en Ceci (1898). Bienvenido Morros aventura que este flirteo, que a lo mejor no pasó de unos cuantos bailes y alguna conversación íntima, pudo golpear el corazón de nuestro poeta. Si no fue la tapadera de otra infidelidad mucho más dolorosa. Morros sostiene la posibilidad de que sea ella la dama napolitana a quien Garcilaso alude de regreso de Túnez, en Trápani, cuando dirige a Boscán la elegía II, hallándose entre la vencedora gente recogida, poco antes de regresar a “la Serena / la patria”, mientras se demora con pormenor psicoanalítico en los rigores de la incertidumbre que le atormenta. De todas maneras, en Nápoles no solo brillaba la joven princesa de Salerno. Isabella Villamarino era bella, inteligente y culta, de agradabilísimo trato y suavísima voz, cuyos únicos defectos eran la tristeza de su expresión y su diminuta estatura (ni la lengua viperina de Filonico Alicarnasso fue capaz de arañarle otros defectos: “Se di beltà di volto, di bontà di vita, di soavità nel dire e disgrazia infinita nel viso fu la principessa di Salerno istimata grata per tal cagione più che tutte altre Carlo V imperatore e re nostro, bella ragionelvolmente non possea dirsi, dando i filosofi tal prerogativa assolutamente alle persone di grande statura”, citado por Volpicella en su anotación a los Capitoli de Tansillo (1870: 52).
11. Sánchez García (2016: 137–178) y de la misma autora (2018: 249-272).